Cada cosa en su lugar
Llaveros, ceniceros,
cajas de fósforos, botellas, gorras, pins, cámaras de foto… los lápices no son
la única obsesión de Emilio Arenas.
“Yo siempre
digo que para ser coleccionista hacen falta cinco factores: paciencia,
perseverancia, obsesión, querer lo que hacés y quererte a ti mismo”.
El dueño de
la colección de lápices más grande del mundo vive en Colonia del Sacramento,
Uruguay. Hoy, con 69 años, supera los 17.000 lápices diferentes y ha batido
cinco veces su propio record.
La Granja Arenas está ubicada en el kilómetro 167 de la Ruta Nº1, cercana a la ciudad de
Colonia del Sacramento. Allí se encuentra el museo de colecciones, la fábrica
de dulces y el restaurant de la familia. Todo está abierto al público y ofrecen
visitas guiadas.
“Una vez vino
un japonés que viajó exclusivamente a ver la colección. Se tomó un vuelo (…),
llegó a Buenos Aires, vino para acá, vio la colección y al ratito se fue de
vuelta a Japón”, contó Emilio. Y es que el museo lo amerita.
Consta de
varias habitaciones: una está repleta de llaveros (38.000 apróx.), en otra se
encuentran ceniceros, algunos sacapuntas y muchos lápices. En otra, algunas
piezas de la colección de gorras, antigüedades, y la colección de
perfumes de Reina, la esposa de Emilio. Así es: él no es el único que
colecciona; lo hace su esposa, uno de sus hijos y uno de sus nietos. “Si no
querés que te corran de tu casa, tenés que tratar de que todos sean
coleccionistas”, bromeó Arenas.
El ambiente
es cálido y familiar; pero impactante. Hay un lápiz pegado a otro dentro de
cajas de vidrio y cada caja está pegada a la siguiente, tratando de optimizar todo el
espacio que sea posible, sin dejar ningún blanco en las paredes. Aun así,
Arenas no ha terminado de ubicarlos todos.
Todo comenzó
a los ocho años. Emilio estaba en la escuela, por sacarle punta a un lápiz de Arroz Corona, cuando se dio cuenta de que a ese lápiz no lo iban a hacer más.
Se acercó a su maestra y le pidió que le prestara otro lápiz para escribir porque al suyo lo iba a guardar para empezar una colección. La maestra le
regaló dos: uno para escribir, otro para guardar. “Para mí fue el punta pie
inicial que mi maestra me apoyara”.
“Mi padre me
daba un sueldito, cuando repartía leche, para comer un refuerzo de tarde o a
media mañana (…) y yo prefería no comprar el refuerzo para comprar lápices. Así
fue que fui acumulando algunos, después empecé a pedir (…). Nadie me negaba un
lápiz”.
Pese a su
inmensa colección, Emilio recuerda la ubicación de cada uno de sus lápices. Él
arma las cajas, los coloca y guarda en su memoria la historia de cada uno de
ellos.
Record Guinness
“Yo le decía (a Reina) ‘¡Vieja, capaz tengo un record Guinness!’”
Efectivamente.
En febrero de 2002, Emilio Arenas recibe su primer certificado de Record
Guinness por la colección de lápices más grande del mundo. “Lo que me ocurrió
después de ahí fue fantástico”, comentó, y contó que en mayo de ese año, el Conde
de la fábrica Faber Castell lo invitó a viajar a Alemania para visitar la
fábrica. Luego, una foto con el Conde recorrió el mundo, y cinco años después
había alcanzado un total de más de 11.000 lápices. Su colección cuenta con el
lápiz más chico del mundo y el lápiz más fino del mundo, obsequiados por Faber
Castell.
“Estuve 45
años para juntar 5.500 lápices, después de la propaganda del Conde, en 5 años
tenía más de 11.000 (…). En agosto del año pasado (2013), me presenté con 16.260 lápices y
volví a batir mi propio record (por quinta vez). Hoy tengo más de 17.000”.
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